7: Una semana

Ya no intento gritar, en estas situaciones nunca me sale la voz.
Me dirijo corriendo hacia él, aunque se que esta muerto, una mínima esperanza espera que la que ha muerto sea Vintesolen. Pero no. Me quedo a su lado no sé exactamente por qué. Hasta que oigo un cañonazo. Dirijo mi mirada hacia Vintesolen, pero ella aún respira forzosamente.
Recojo todo lo más imprescindible y me alejo de aqllí.
El cañonazo de antes, puede ser o Renata o Dimitri. Una parte de mi quiere que Renata siga bien, pero por otro lado recuerdo que solo puede haber un vencedor, y que si no la ha matado Dimitri, es posible que haya muerto puesto que Dimitri le lleva dos años y es el doble que ella.
“Que él la haya matado es lo mejor, así no seré yo quien la mate” me digo a mi misma, aunque no puedo evitar sentirme mal ya que me sabe mal todo lo que ha hecho para llegar hasta aquí, y más su hermano, quien se presento voluntario para protegerla y a la vez salvó a Austin de esta pesadilla.

Hoy he perdido a lo que me quedaba de equipo, a la adorable y fucsia Renata, y al fuerte y tatuado Ladislao,

La primera vez que vi a Renata a penas me fije en ella, y ahora me sorprende ya que es difícil de pasar desapercibida, tiene una melena muy rubia, casi blanca, llena de mechas fucsias y rojas, normalmente recogida en dos coletas bajas. Sus cejas y pestañas del mismo rubio que su pelo y con reflejos rosas muy claritos que apenas se notan. Sus ojos eran preciosos, de un gris azulado y una pupila enorme de la cual salían una especie de rayos rojos.
En cambio a Lads sí que lo conocía, iba a mi instituto y era un curso mayor. La verdad, mis amigas y yo siempre le hemos tenido miedo. Su pelo era tan negro que parecía azul, el mismo color de sus labios y sus ojos erán naranjas, la gente decía que eran como las pulseras que brillan en la ocsuridad. Tenia la piel azulada, en el brazo derecho tenía tatuada una historia muy antigua “Romeo y Julieta”. Y los tatuajes de la espalda, eran, por lo que había oído, dibujos que le hizo su hermana.
Creo que nunca he visto a unos hermanos tan unidos, Ladislao se presentó voluntario para salvar a su hermana sabiendo que él moriria.
Durante los entrenamientos él no se preocupaba por aprender, si no de que su hermana lo hiciera. Aunque tratara duramente a su hermana
Salgo de ahí rapidamente, cojo la manta, un poco de fruta, agua y mi querida arma.
No tengo ganas de ver las muertes de hoy, no tengo ni ganas ni alma, sé perfectamente que quedamos tres, y que mínimo deberé matar a uno para salir de esto viva.
Me dispongo a subir un árbol pero estoy demasiado cansada incluso para eso.
Así que me apoyo en el árbol y me dispongo a descansar.
Noto las manos heladas y abro los ojos de golpe, cuando veo todo lo que me rodea me levanto inmediatamente. Y justo cuando me pongo en pie algo cae sobre mi.
Una maravillosa jaula, me acaban de cazar, y no solo eso, en estos metros cuadrados lo único que tengo es la blanca nieve. Estoy en otro jardín, recuerdo la nieve de unos juegos donde morían más de frio que de asesinatos y las jaulas, esas si que las recuerdo a la perfección, justo el último año de Tigris, la mayoría de tributos no dejaban de ser niños, y el capitolio añadió trampas para que se mataran entre ellos más rápidamente.
Estaré encerrada en esta jaula durante diez horas, y lo único que tengo es una mochila con una buena manta y fruta, un poco pasada, pero comestible.
Eso estaría bien de no ser porque eso junto a mis dardos están bajo la nieve. Sería muy útil tener ahora mismo esos feos guantes que me regaló mi hermano hace un par de años, pero no los tengo, así que debo meter mis manos desnudas bajo la nieve para rescatarlo. Poco a poco y sin prisa alguna introduzco mis manos, las puntas de los dedos apenas lo notan, pero al llegar a mis muñecas empiezo a notar el hielo en mis venas, y no solo eso, mis manos se vuelven torpes de repente. Saco rápidamente mis manos, durante un segundo tengo el impulso de sacudirlas, pero decido meterlas de nuevo lo antes posible, pero esta vez de golpe.
Lo hago todo casi sin pensar, intentando enviar todo mi calor corporal a mis manos. Finalmente alcanzo mi lanzador de dardos y lo saco. Para sacar la mochila tengo que esforzarme un poco más, pero lo consigo. Planteo taparme con la manta, pero quedarme quieta durante diez horas con esta nevada no es muy buena idea. Debo mantenerme activa, en movimiento, quiero bailar, practicar la coreografía que practiqué aquel día que Katniss destruyó la arena, esa coreografía que vio Austin, quien me hizo sonrojar tantísimo. Pero se vería demasiado ridículo.
Finalmente decido ponerme a practicar lucha con mi arma, lo que me parece apropiado porque ahora mismo corro dos peligros: que me encuentren aquí atrapada y que me maten fácilmente o morir congelada.Y haciendo esto evito un poco para ambos casos.
Cada dos horas aproximadamente descanso media con la manta, hasta que desde detrás de los arbustos empieza a moverse algo, no dudo un segundo y cargo mis dardos. Justo cuando sale disparo. Cañonazo. Veo como Vintisolen cae desplomada.Y la miro durante más de una hora. No la recogerán hasta que yo me aparte, y no me apartaré hasta que mi jaula se abra.
Al fin me abren, y corro para alejarme de ahí sin mirar atrás. Sin mirar mi obra, mi asesinato. Solamente sé una cosa del destino hacia el que corro. Esta lejos de todo esto.

Poco a poco mi ritmo baja hasta que me quedo quieta y dejo mis pertenencias en el suelo. Y me quedo ahí plantada, sin pensar en nada. Solo respirando, manteniéndome con vida.
Me siento renovada, y con hambre, con mucha hambre. Cojo una manzana y me la como en dos bocados. Intento obligarme a guardar las otras, pero es un esfuerzo inútil. Me lo acabo todo, de todas formas ya es hora de ir buscando más comida.
Entonces llego al primer jardín. Aquel que descubrí el segundo día que llegué a la arena. Cuando iba con Leria y Renata. Decido entrar porque de todas formar aquel era el jardín más inofensivo, o eso creía porque cuando entro me vienen todos los recuerdos de esta semana. Y de repente se me hace increíble ver lo rápido que cambia tu vida en tan solo siete días. Como en tan poco tiempo llegas a apreciar y querer a alguien, y menos tiempo aún que se tarda en perderlos, para siempre.
Por primera vez caigo en cuenta en la real gravedad del asunto, siempre he sabido que eran una idiotez, pero ahora mismo, en este jardín me doy cuenta de lo que esta arena me ha cambiado. La primera vez que entré tenía un grupo de alidos fuertes y divertidos, y ahora estoy sola. Aquel día yo era una chica normal con un futuro cruel. Ahora soy una chica cruel que ha acabado con el futuro de otros. Y es ahora cuando me doy cuenta de todo lo que me han obligado a destrozar.
En este tiempo me he perdido a mi misma, estoy completamente irreconocible. Y no solo desde que entré en la arena, si no desde que Katniss destruyó la arena del vasallaje. Nada a vuelto a ser normal, y está claro que jamás lo volverá a ser. Si aún conservo mi cordura es porque tengo que regresar a casa.
Aunque a que precio, ni siquiera sé si vale la pena seguir luchando para salir viva de la arena, seguramente lo que me espera fuera no será mucho mejor. Tal vez la arena solo sea una de las muchas pesadillas que me esperan.
Si salgo de aquí tendré que mirar a los ojos de los familiares de personas a las que yo arrebaté la vida. Tendré que volver a ver morir a todos y cada uno de los tributos. Y no sé si aguantaré también todo aquello. De hecho podría morir por el trauma si salgo vencedora de los juegos. Mi mente puede no aguantar todo esto, y yo no seré capaz de olvidar esto que está pasando.
Tal vez salga vencedora para morir allí fuera. Y haber ganado para acabar muriendo no tiene lógica. Podría coger esas bayas y tomarlas. Morir y darle la oportunidad a otro de sobrevir. Permitir vivir a otra persona que si pueda superar este trauma. Alguien que no tenga una vida tan destrozada como la mía, alguien con padres. Alguien más importante. Al fin y al cabo si yo desaparezco tampoco cambiaría tanto el mundo. Incluso tal vez mejoraría.
Al coger las bayas me viene a la mente mi madre en su habitación, con el pote de pastillas en la mano y recuerdo la rabia que sentí en ese momento. Y como por su culpa nos dejo a Ayden y a mi solos en plena rebelión. Ayden.
Vuelvo a ternerlo todo claro. Porque soy la única familia que le queda y si yo no supero esto, como superará él lo que queda aún por venir.
A más no me queda mucho para acabar. De echo solo me queda un enfrentamiento, y en “casa” deben de estar muy sorprendidos y alegres de ver hasta donde he llegado. Ahora mismo hasta yo lo estoy. En verdad, siempre he querido salir viva de aquí. Y estoy tan cerca de conseguirlo... En el fondo nunca creí que llegaría hasta aquí. Me imagino las entrevistas que ya habrán echo a mis amigos, incluso a Ayden. Y entonces tan solo me entran más ganas de regresar a casa.
Decido pasar la noche en el jardín ya que en éste, lo peor que me podría pasar es que una comadreja me mordiera. Mientras no coma nada, este parece el mejor lugar para descansar ya que el tributo que queda debe saber ya lo peligrosos que son los jardines, pero dudo que sepa que este tan solo es venenoso, así que dudo que se atreva a entrar.
Primero pensé que no querría ver las caras de los tributos que hoy han muerto, ya que ver perdido lo que quedaban de mis aliados tal vez me haría sentir pequeña y deprimirme ahora es muy negativo. Pero luego recordé que prefería que la última vez que la última vez que viera sus caras fueran ellos con su aspecto de antes de entrar a la arena. Porque como ya he dicho, uno aquí dentro cambia mucho. Y aunque lo que vería sería puramente digital, será la última vez que veo sus rostros dentro de la arena.
Así pues me dispongo a ver los tributos que han caído hoy. Los dos tributos en aparecer son Dimitri y Vientesolen. Lo cual me desconcierta porque Dimitri se suponía que era el último tributo que quedaba a parte de mi, y si él está muerto yo ya debería haber sido proclamada ganadora. Tal vez se estén retrasando o tal vez cuando Renata huyó y él la persiguió el cañonazo anunciara la muerte de Dimitri y no de ella. Lo que significaría que ahora mismo en la arena solo quedamos Renata y yo. Y eso significaría enfrentarme a ella.
Aparece Bridgid del distrito 3, y luego Ladislao, y como me temia Renata no sale. Está viva en algún escondite de esta arena. Y tengo que matarla yo o esperar a que la arena la mate y no sé cual de las dos cosas es más cruel.
Decido dormir y esperar a mañana ya que hoy ya he sentido mucho y muy intensamente, y si me fuerzo a seguir pensando podría volverme loca.

Abro los dedos y las oscuras bayas relucen al sol. Le doy un último apretón de manos a Peeta para indicarle que ha llegado el momento, para despedirme, y empezamos a contar.
Uno. —Quizá me equivoque—. Dos. —Quizá no les importe que muramos los dos—. ¡Tres!
Es demasiado tarde para cambiar de idea. Me llevo la mano a los labios y le echo un último vistazo al mundo. Justo cuando las bayas entran en la boca, las trompetas empiezan a sonar.
La voz frenética de Claudius Templesmith grita sobre nosotros:
¡Parad! ¡Parad! Damas y caballeros, me llena de orgullo presentarles a los vencedores de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre: ¡Katniss Everdeen y Peeta Mellark! ¡Les presento a... los tributos del Distrito 12! Escupo las bayas y me limpio la lengua con el borde de la camisa para asegurarme de que no quede nada. Peeta tira de mí hacia el lago, donde los dos nos enjuagamos la boca y nos abrazamos, sin fuerzas.


Al despertar del sueño me planteo la idea de jugar igual que Katniss y así salvar a Renata también.

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